Desde que estudiaba en el colegio recuerdo sentir dos fuertes pulsiones de vitalidad que me movían e impulsaban. Por un lado, la música, que me llevó a descubrir mi madre, la cual conservo y vuelvo a ella cada que puedo. Y por el otro, el sentido social, inspirado en mi padre que me llevó a construir un fuerte sentido de justicia e injusticia, y que hacía que mis profesores me llamaran con cariño y algo de gracia: “el abogado de los pobres”.
Un poco de sentido práctico, que nunca está de más, me llevó a que luego de graduarme de bachillerato comenzara con mis estudios de Derecho. Esta decisión marcó mi vida y profundizó mi vocación de ayudar a las personas que más lo necesitan. “El abogado es un transformador de la sociedad ante todo” me enseñaría desde temprano una persona que aprecio.
La mejor herramienta que he podido encontrar para ayudar a las personas han sido los derechos humanos, que reconocen el valor y la dignidad intrínseca que tienen las personas por el sólo hecho de existir. Y estos nos llevan a reconocer nuestro valor y dignidad, en la medida en que sea cuidada, protegida, respetada y garantizada en todxs lxs que habitamos una comunidad.
En noviembre de 2020 inicié mi bello camino en Mercy Corps, una organización nueva para mí pero que sentí cercana y propia desde el primer momento. Su mandato humanitario y de apoyo a las comunidades locales, a partir del fortalecimiento de sus propias capacidades, posibilidades y potencialidades, fue para mí un norte claro en el que me quería embarcar.
El crecimiento hasta hoy es más que gratificante, el trabajo con y para las comunidades ha sido una de las experiencias más transformadoras y reveladoras de mi vocación humanitaria. Ver los rostros y conocer una parte de las historias de vida de lxs participantes que apoyamos, escuchar sus sueños, anhelos, esperanzas, miedos, expectativas y reconocerme e identificarme con ellxs; me ha llevado a aconsejar con cariño, a mostrar, descubrir y construir nuevos caminos de posibilidades con un propósito común. Estas son sólo unas pocas muestras de lo que le da sentido a la vida en comunidad, de lo que le da sentido a mi propia existencia.
El camino sigue y las crisis humanitarias también. Este es un camino de largo aliento, que no termina en un cargo puntual, en un lugar determinado, ni en un momento específico. Es un camino que evoluciona, se transforma, se acelera o ralentiza según como van avanzando o retrocediendo las sociedades. No es un punto de llegada, es un punto de partida sin fecha de regreso.