La vida, sin lugar a duda, está llena de situaciones adversas. En ella nos movemos de acuerdo con nuestros proyectos y planes de vida; sin embargo, hay momentos en los que todo cambia con un giro inesperado que nos pone a prueba.
Mi nombre es María Eugenia Piña, periodista y docente venezolana. Tuve que comenzar de nuevo, en otro lugar, con otras personas, cuando mi vida estaba aparentemente realizada.
Mi historia en Colombia inició en enero del año 2019, cuando producto de la crisis económica y social de mi país de origen, me vi en la necesidad de dar el paso que tanto había postergado: migrar junto a mis padres y mis tres hijos, con una maleta cargada de temores, expectativas y sueños, y dejando atrás una historia, lo alcanzado con el trabajo de toda la vida y nuestros afectos.
Y es que no es lo mismo ser migrante por decisión y convicción, buscando cumplir un sueño planificado, una especialización, una meta de vida; que tener que hacerlo de manera obligada, con la tristeza en tu rostro, el corazón anclado a tu tierra y la incertidumbre de saber si podrás o no regresar, la duda de saber lo que te espera.
Salí con mi confianza puesta en Dios, esperanzada y teniendo que ser fuerte. Las pruebas nunca faltaron, al igual que los ángeles y bendiciones. Tocaba respirar profundamente y continuar, pues la motivación principal – además de mi familia – , siempre fue saber que en algún momento todo valdría la pena.
De reportera pasé a ser repostera, con gran orgullo tomé cada receta familiar y la utilicé para poder llevar el sustento a mis hijos, quienes igual luchaban, desde su lugar, con todo lo que significa ser migrante. Di clases de música, vendí bisutería y adornos para el hogar.
La pandemia me brindó una nueva oportunidad, la educación virtual hizo que algunos vecinos confiaran en mí la responsabilidad de acompañar a sus niños. Y justo a finales de ese año llegó una llamada que comenzaría a dar un respiro a nuestra situación, la llamada en la que se me informaba que era beneficiaria de Mercy Corps, y comenzaría a recibir una ayuda humanitaria.
El año 2021 también estuvo cargado de buenas noticias. Luego de tocar muchas puertas recibí una nueva llamada gracias a la cual supe que ingresaría al programa Avanzando El Futuro de Mercy Corps, un acompañamiento que daría un gran giro a mi vida y la de mi familia. Participé en un Grupo ConVos, comencé a tener una red de apoyo, a reconocerme de nuevo, esto representó una fuerza positiva que pronto daría sus frutos.
Impulsada por la necesidad de retribuir y poder ayudar a mis coterráneos, y motivada por la labor que realiza Mercy Corps, me postulé a un trabajo y logré ingresar como consultora del Estatuto Temporal de Protección para los Venezolanos (ETPV), participé directamente en el proceso y fui guía para que mis coterráneos pudieran acceder y obtener su Permiso de Protección Temporal (PPT).
Luego, en una nueva convocatoria, logré a ingresar a Mercy Corps como Auxiliar de Programa de VenEsperanza, posición que actualmente ocupo y gracias a esto no sólo comienzan a verse esos frutos de los que anteriormente hablé, sino que he logrado rodearme de gente maravillosa que hoy forma parte de mis afectos, y debían estar presentes al igual que otras tantas personas, en mi historia de vida.
Sólo queda seguir luchando, creyendo y dando testimonio de fuerza y fe, aportando a la organización que me abrió las puertas para que la historia de muchos paisanos pueda cambiar, y llenarse de iguales o mayores bendiciones. Todo ha valido y seguirá valiendo la pena, sólo debemos tener resiliencia y fe.