Creo que todos y todas deberíamos sonreír más.
A lo largo de mi vida he sido testigo de cómo sonreír se ha convertido en una herramienta muy valiosa. Es como si las palabras y las imágenes que compartimos fueran piezas de un rompecabezas, y justo eso es lo que le da sentido. Cada relato que escribimos, cada imagen que capturamos, tienen ese toque de humanidad que a veces se pierde en nuestras labores diarias.
Imaginemos por un momento el escenario diario en el que nos encontramos. La sonrisa se convierte en un instrumento para enfrentar la adversidad, una luz que guía cada esfuerzo humanitario. En medio del cansancio, es una chispa que enciende la pasión por nuestro trabajo. Nos recuerda que, aunque no podamos cambiar todas las circunstancias, tenemos el poder de cambiar el impacto que dejamos en quienes encontramos.
En mi rol como técnico de comunicaciones, algunas veces es un reto conectar con los participantes, más aún cuando de tomar una fotografía o recolectar un testimonio se trata. Recuerdo claramente cómo una simple sonrisa me permitió romper barreras para poder acercarme a emprendedores, empresas, socios, e incluso, miembros del staff. Desde el centro de nuestras acciones, una sonrisa será un mensaje que va más allá de las palabras, un puente entre las historias que contamos y las vidas que tocamos. Cada sonrisa compartida es un mensaje de esperanza que puede cambiar muchas percepciones.
Sonreír es un lenguaje universal para mí. He podido evidenciar cómo a través de este gesto, mis colegas le han perdido el miedo a la cámara cuando les grabo. Esa complicidad solo se logra cuando somos capaces de conectarnos con lo verdaderamente importante. Tengo presente con cariño cómo una sonrisa de una participante no solo iluminó su rostro mientras me contaba su historia de vida, sino que también cambió mi día por completo. Fue un recordatorio de que en Mercy Corps nuestra labor trasciende más allá de nuestro quehacer diario.
La empatía que se construye con una sonrisa se convierte en un lazo sólido que nos une como equipo y fortalece nuestro compromiso con la misión que perseguimos. Cada día, estas pequeñas interacciones me recuerdan la importancia de la humanidad en nuestra labor, y cómo el poder de sonreír se manifiesta no solo en las imágenes que capturamos, sino en la conexión genuina que creamos con cada persona a la que servimos en la organización.
Una vez me dijeron: “Carlos, nunca pierdas esa sonrisa que contagia a todo el mundo” y desde ese momento entendí que tenía una gran responsabilidad de la cual debía hacerme cargo. Muchas veces, en nuestro afán, olvidamos que la simpleza de una sonrisa puede ser nuestra herramienta más poderosa. No es simplemente un gesto, es un destello de esperanza, una conexión instantánea que puede cambiar el curso de un día, y tal vez, hasta la trayectoria de una vida.
De algo estoy seguro y es que cambiar el día de alguien puede ser tan simple como regalarle un rayo de luz con una gran sonrisa. Si lo pensamos, es simple; solo debemos dimensionar el poder de sonreír.